Nos lo han dicho, y lo hemos dicho, hasta la saciedad. El contenido es el rey, y sin él no hay nada en internet. Desde todos lados nos recomiendan tener contenidos propios y originales como fórmula para destacar en la red.

Hace poco he vivido un par de casos cercanos relacionados con la propiedad y la autoría de unas fotos, ello me ha hecho reflexionar sobre el valor que tienen los contenidos en internet. Y es que en un mundo de copia y pega, en el que todos están acostumbrados a tomar lo que necesitan de otros sitios, ¿qué sentido tiene proteger los propios contenidos?

¿De qué sirve licenciar tus trabajos bajo licencias permisivas como Creative Commons, si ni siquiera esas normas básicas se respetan? En un mundo plagado de cámaras digitales y donde Flickr es el gran proveedor de contenidos gratuitos ¿cómo encajan los servicios profesionales si a la mayoría el hecho de ver su foto publicada es una recompensa más que justificada?

Los servicios de integración de contenidos permiten que robots agregadores utilicen nuestros contenidos para sacar rendimiento económico de ellos, ¿dónde está la ventaja de los contenidos originales?

Hay un cierto consenso en pensar que el modelo de distribución de música es algo caduco, pero lo mismo es aplicable a contenidos escritos o imágenes. Debemos reinventar el modelo, o esperar a que en un mercado, en el que el valor de los contenidos tiende a cero, sea de los que mejor se posicionen en los buscadores. Aunque el contenido no sea suyo.